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CITA EN LA ONU: BLOQUEO CONTRA CUBA.

CITA EN LA ONU: BLOQUEO CONTRA CUBA.
Lisandro Otero
2003-11-04


Hoy tuvo lugar en Naciones Unidas una nueva votación sobre el bloqueo que Estados Unidos mantiene contra la pequeña isla hace más de cuarenta años. Una vez más ganaron por abrumadora mayoría quienes se oponen a la tentativa de estrangulamiento. El acoso ha tenido como consecuencia una escasez generalizada de ciertos productos, algunas penurias, cierta insatisfacción en una parte de la ciudadanía. Pero lo cierto --y ello puede comprobarlo cualquier visitante que se pasee libremente por el país--, es que la inmensa mayoría de la nación apoya el proceso revolucionario.

¿Cómo es posible que no se haya caído un gobierno donde no pueden comprarse ilimitadamente los productos suntuosos de la sociedad de consumo? ¿Cómo es posible que las masas no hayan salido a la calle en masivas manifestaciones –como ocurrió en Bolivia--, pidiendo la renuncia de sus dirigentes? El secreto de esta perdurabilidad del castrismo es muy sencillo: la nación cubana desea sobrevivir la tentativa de aniquilamiento que han desatado en Washington por haber cometido el pecado de salirse de la órbita de los dóciles corderos latinoamericanos que doblan el espinazo ante cada orden del imperio.

Durante muchos años, siglos diría, Estados Unidos ha ambicionado tragarse a la isla que se asoma junto a sus fronteras del sur. Algunos oligarcas y pensadores han argumentado la necesidad de una anexión a la vecina y poderosa nación. Pero otros muchos, entre ellos el paradigmático José Martí, se opusieron a ello. Varias guerras de independencia, toda una cultura de fuerte raíz nacionalista (narradores, poetas, filósofos, héroes militares) han argumentado durante más de una centuria a favor de una imprescindible soberanía. Todo ello ha calado muy hondo en la conciencia de los cubanos durante varias generaciones.

Hoy, quienes desean esa anexión han emigrado a Estados Unidos y desde allá continúan sus intentos de pegar la isla al continente, convirtiéndola en un apéndice vasallo y desprovisto de idiosincrasia. Fidel Castro es el líder que ha sabido asumir ese legado de emancipación, libre albedrío y autonomía nacionalista. Por ello es que tiene legiones de fieles discípulos, adeptos y admiradores, no sólo en Cuba. Solamente una voluntad diamantina, pétrea, indestructible, como la de Fidel Castro, ha sabido soportar durante tantos años el embate persistente del imperio. Un pueblo como el cubano, que a lo largo de su historia ha dado tantas muestras de firmeza y cohesión, ha podido soportar las consecuencias de esta guerra económica, política y militar.

Una compleja urdimbre de resoluciones y decretos estadounidenses arman el tinglado envolvente del bloqueo. El monto total de los daños causados asciende a 72 mil millones de dólares. Leyes como la Helms Burton y la Torricelli se erigen como un serio obstáculo a cualquier intento de allanar el enfrentamiento. Los exiliados de Miami, si bien han recapacitado y se muestran más razonables y conciliatorios en algunos de sus sectores, en general no abandonan las posiciones emocionales, iracundas y vengativas.

El derrumbe de la Unión Soviética, tras el intento de reforma de Gorbachov, planteó la necesidad de nuevas vías. Cuba quedó sin el apoyo solidario que permitía el sostén de una estructura de beneficio social. El gobierno cubano no ha abandonado sus alcances en materia de educación, cultura, salud pública, adelantos científicos y deportivos, y ha manifestado que no permitirá que el país se convierta en un coto de la economía privada y el ruinoso neoliberalismo.

Cuba es el último experimento de la izquierda latinoamericana, el último eslabón de una larga cadena de revoluciones que comienzan con la sublevación de los esclavos de Santo Domingo en 1791. Habría que preguntarse si las naciones americanas van a dejar extinguirse el último escudo, la última rebelión, si permitirán que se borre la huella postrera de la sangre derramada. La caída de Cuba, por poco probable que pueda parecer, marcaría la liquidación de doscientos años de esfuerzos de supervivencia de la identidad latinoamericana. De ahí la importancia de apoyarla, alentar sus esfuerzos de sobrevivencia y permitirle que siga ondeando su bandera en un mástil inasequible, íntegro y emancipado.

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